En el año 1980, invité a dos lagarteranas, Magdalena y Amada, a pasar unas semanas en Inglaterra. Aquí cuentan sus impresiones del país y de los ingleses. Ellas se llevaron bien con mi madre, al ser muy expresivas, la comunicación fue bastante fácil. También mi madre creció en un pueblo pequeño, y por lo tanto entendía el ‘qué dirán’. Ella creció en una familia estricta que le pagó sus estudios universitarios, como a muchos lagarteranos. Ellas también se llevaban bien con mi padrastro, un señor abierto, cariñoso y ordenado. Aunque él trabajaba fuera de casa, y mi madre no, a él le gustaba fregar los platos después de la comida, algo que impresionó a las dos lagarteranas.

Amada y Magdalena con mi padrastro
En Bristol, conocieron a otros ingleses, de ciudad, casi todos del ambiente universitario, donde los jóvenes tenían libertad económica por las becas para los que no tenían recursos, o que quisieron estudiar un doctorado. Los valores eran más bien ‘liberales’ en el sentido de valorar la libertad individual.
Magdalena ya había trabajado en Lloret de Mar, como camarera. Así, ya había conocido a los jóvenes ingleses que venían a España para pasar 15 días con sol, alcohol barato, y oportunidades para ligar. Dijo: ‘Cuando vienen de vacaciones son muy maleducados. Los mayores son elegantes, se comportan de maravilla, se cambian de ropa para cada comida y son como tienen que ser, pero el joven es terrible, es hacer gamberradas, emborracharse, si me tengo que tirar del bacón a la piscina, pues me tiro. Yo he visto a ingleses cuando nosotros nos levantábamos para trabajar que venían borrachos, y no sabían ni donde estaba el hotel, de la borrachera.’
Magdalena también conocía a los jubilados ingleses. me contaron las que hacían la limpieza, que estos, dejaban sus habitaciones limpias, y nunca se quejaban de la comida del hotel, por mala que fuera. En contraste, para Amada, fue su primer encuentro con ‘bárbaros del norte’.
Las tres hicimos turismo. Insistieron en ir a Oxford, y fuimos a Bath y Londres. Nos reímos mucho, como se ve en las fotos. Aquí, cuentan sus aventuras.

En los baños romanos de Bath
Amada: En aquella época iban las del coro a Canarias, que también era muy atractivo, pero dijimos, lo de Inglaterra no podemos dejarlo.
Magdalena: Teníamos que elegir, Inglaterra o Canarias y elegimos Inglaterra, a cierra ojos.
Amada: ¿Tu te imaginas tres semanas en Inglaterra? ¡Una de gamberradas!
Magdalena: Alison creía que yo me iba a comportar allí, pues mu’ tranquilita, pero igual que era en Lagartera fui allí.
Amada: Montar en autobús de dos pisos, ésta, por el agujero, hay un agujero con los cristales así, cóncavos, que dan al conductor para que vea la parte de arriba. y ésta…se metía con el conductor.
Magdalena: Uhhhh… Uhhhhhh, le decía al conductor. Nosotras al segundo piso, nada del primero. Nosotras arriba y luego yo miraba al conductor y… Uhhhhhhh… uhhhhhhh.
Amada: ¡Qué bien lo pasamos!

Esperando al autobus
Amada: Al llegar al aeropuerto de Londres tuvimos un contratiempo. Yo tengo una dirección donde ir y Magdalena tiene otra, yendo al mismo lugar. La llegada fue apoteósica, no nos dejaban entrar.
Magdalena: …a esa…..a mí, sí. Porque esa mujer (Alison) se equivoca con las direcciones. (Una tenía la dirección de Alison, otra de sus padres, donde iban primero.) En las tarjetas de embarque ella tiene una dirección donde iba a residir y yo otra y no lo sabíamos. Y las dos decíamos que íbamos a casa de ella, y los hombres decían que eso era imposible, porque usted tiene una dirección y ella otra.
‘¿Pero usted va a trabajar?’
¿Pero yo? yo de ‘jolidey, jolidey, pero ¿yo voy a venir aquí a trabajar?’
Amada: Los nativos iban en una fila y los extraños en otra.
Magdalena: A ti te tocó un hombre y a mí otro.
Amada: Y tu que has dicho, anda, que voy contigo. Y tú que tienes que decir que vienes conmigo, si no tenemos la misma dirección.
Les tenemos que enseñar el dinero, yo llevaba bastante porque mis amigas me habían dado para que si una falda, que si no se qué… Bueno, nuestros equipajes solos, solos los dos, el ‘elefante’ (bolso grande de Magdalena) y mi bolso dando vueltas en la cinta, porque esto sucede en las ventanillas cerca de la cinta. Todos los equipajes habían volado, la gente se había ido y nosotras dos solas allí, sin darnos paso. y nuestros bolsos, venga dar vueltas, que por cierto, si lo abren… llevábamos chorizos, jamón… que nos lo habrían quitado.
Magdalena: Llevábamos de to’, latas de atún, porque queríamos hacer ensaladilla, tortilla de patatas…
Amada: Total, que por fin, hasta que nos llaman los padres de Alison, no nos dan suelta, no nos dan via libre. Y los bultos están más cansados que nosotros. y cuando la veo a Alison digo, vamos a ver, tu viniste a España con cinco duros, con cinco duros, que nos lo dijo ella, y estaba Franco, con lo malísimo que era Franco y yo traigo más de cien mil pesetas y estos tíos no me dejan de pasar.
Magdalena: Y decir que Franco era malo… ”Vosotros, hitlerianos, hitlerianos”, Amada les llamaba, ”vosotros, hitlerianos”, jajaja.
Amada: Los padres de Alison nos llevaron desde el aeropuerto a su casa en el pueblo de Ascot.
Es que desde que desde que montamos en el coche, que era un jaguar blanco,
Magdalena: ¡Oooh, calla!
Amada: chocolate para el camino, íbamos comiendo chocolate en el coche y, claro, como se conduce por la izquierda…
Magdalena: De noche, que venían los coches hacia nosotros… que cipotazo nos vamos a dar… y de pronto, zas, se pasó. y luego viene otro, digo, este si nos da… y también pasa. y luego decimos, seremos tontas, si es que conducen por el otro lado.

En el salon/comedor de los padres de Alison
Amada: Llegamos a la casa de sus padres, una construcción de planta baja, mucha madera, blanca por fuera, pintada toda de blanco, con mucha cristalera, ya sabes allí la luz.
Magdalena: Porche atrás, muy bonito, patio grande, hermoso.
Amada: Tenía huerta. Un muchachito que le arreglaba la huerta, un muchacho de dieciocho, veinte años, que estaba en la universidad y se ganaba unas perrillas. Ya con pendiente. Todo para nosotros era novedoso!
Yo ya tenía treinta o treinta y un años. Tu no habías llegado, pero aquí, en el pueblo, pues éramos muy jóvenes, muy inocentes. Magdalena sí había visto en Lloret.
Octubre de 1980, pero que pasa, que en Inglaterra están ya los de las crestas, con los imperdibles. Y ¡que no se podía mirar! ¡Cómo no se va a poder mirar!
Magdalena: Que no se podía mirar, si no doy abasto. Y Amada decía, ”Mira todos los amigos que tiene aquí Marisol (1) y no lo sabe!”.
Amada: Y los muchachos con la raya afeitá’, que yo al principio creo que era una operación, pero ya vemos a muchos y digo, no, cuantas operaciones, esto va a ser moda. Y mira, ahora viene aquí.


Llevando el perro de paseo
Magdalena: El perro de sus padres se llamaba Whisky y se llevó los chorizos nuestros que teníamos colgados en el porche para que se secaran. Vamos por la mañana y no hay ningún chorizo. Digo, ”¿dónde guarda el perro sus cosas cuando las esconde?” Allí estaban, no se los había comido, no sabía lo que era. El se los llevó a a su sitio. Ahora, que nos los comimos, eh.
La comida inglesa, fatal, tan solo me gustó lo que nos ponía tu madre. El jamón con champiñón y eso era riquísimo. La segunda vez que fui a Inglaterra sí comí bien, pero la primera vez, eso era malísimo, todo era malo, no había nada bueno. A lo que si me adapté fue al pan. Era de eso, moreno. Pero me adapté rápido al pan. Era negro, era, baaa, me gustó el pan. y el Christmas pudin que me puso tu madre un día, fíjate, que es lo más importante de allí, con nata, yo no sé como tenía que comer aquello. Yo me comí la nata y pa’l lado estaba el perro, yo se lo daba al perro. Se lo comía más bien el perro. Me sabía rara la comida.
Amada: La comida fuera de tu casa ya era extraña, era todo self service, eso también es verdad, de coger con paleta y tac. En el aeropuerto de Bristol, donde está el puente famoso, comimos también allí y al hombre le dije, mire usted, no tiene pan de los Canos. y Torreznos.
Magdalena: Yo la segunda vez que fui a Inglaterra, sí comí bastante bien, porque descubrí eso, fish and chips. Yo no quería salsa, no, no, salsa ninguna, pues comías un buen pescaito con unas buenas patatas fritas y cenaba de maravilla. Comíamos y desayunábamos casi a las cuatro de la tarde. Comíamos y desayunábamos, todo al tiempo. A mí me gustaba mucho el desayuno inglés, siempre es bacon, huevo y patatas. Yo lo pedía al mediodía y me decía esta que no, digo, pero si eso es lo que me gusta, que más da, a mi me dan eso y eso quiero. Aunque fuera a las cuatro de la tarde. Es que eso estaba bueno, que me importa a mí que sea desayuno.
Amada: El padre de Alison, digo, la pareja de su madre, cuando llegamos nos llevó a un supermercado y ahí compró vino, mira, con lo caro que es. cosas que nos gustaban a nosotros. Y la madre, yo digo, me quedo con esta mujer y aprendo el inglés pero perfectamente. Luego quiso que me quedara, que hacían un restaurante, para que me ayudes a poner cortinas, a montar la casa, quería que me quedara yo. Digo, si me hubiera quedado había aprendido el idioma.


¡A ver si te gusta!
Amada: Nos llevo el padrastro de Alison al castillo de Windsor, donde cambian la vajilla todos los meses. Y los patos tocan la campana con una cuerda a las cuatro y veinte.
Magdalena: Es una preciosidad. Nos llamaba mucho la atención que los patos que a las cuatro y veinte tocaban la campana para comer. Y tocaban los patos!
Amada: Tambien él nos llevó a las tiendas. Queríamos comprar alguna cosa y lo conseguíamos, nos entendíamos. Algo de cerámica.
Magdalena: En una tienda de segunda mano, una jarra de cerámica… dos libras, ”one libra for mi, tou libras for you”, así, a estilo indio, pero nos entendíamos. y nos los dejaba con la rebaja, ya creo que nos lo dejaba.
Amada: : Las bambas de deporte, puercas como como un demonio puestas en el escaparate. y esta guarrería quien las va a comprar?
Magdalena: Pues lo compran. Yo compré allí un parka, porque yo llevaba una coreana de Jorge, que nos la había dado su madre para llevársela. Y como hacía mucho frio, yo me la puse, pero en cuanto ví la tienda de segunda mano, plas, me compré una. Es bonito de comprar y descubrimos las tiendas de segunda mano, que aquí, en España no las había. y a mí eso me impresionó mucho. Y claro, comprabas cosas baratas. Luego había tiendas como todas, buenas, era caro, pero estaba bien. Era otro mundo totalmente distinto.

De compras
Amada: Después de Ascot, fuimos al piso de Alison en Bristol. Ella compartía un piso con dos estudiantes más, un chico, Peter y una chica. Cada uno tenía su habitación, y compartían la cocina, el cuarto de baño, y el salon-comedor.
Magdalena: El muchacho que estaba con ella en el piso estudiaba los pájaros. Llevaba tres años estudiando los pájaros. Digo, mira guichigui guichigui hago aquí. Chiiii chiiii, digo, no hace falta estudiarlo, hombre, los hombres del campo de nuestro pueblo lo sabían. agoquí, agoquí, era agua, que venía agua. y chichipan, chichipan, que hacía buen tiempo y abundancia de comida. Y digo, tres años estudiando eso y en mi pueblo lo sé de todos los días.’ (2)
Y cosas de esas había muchas, una beca por cualquier tontería les daban y vivían de ello.
Cuando fuimos allí, a su casa, que nosotras dormimos en el comedor, lo primero tuvimos que hacer limpieza general. Nos encontramos un peine, que dicen, uy, hace tres meses que le estoy buscando.
Amada: Tenía una planta trepadora en la ventana y había crecido para abajo también. Había prendido en la moqueta. ”Trae para acá unas tijeras, que la pode.” ”Que se va a enfadar Peter….” ”que se enfade”, que era altísimo también. Y recorté la planta y aquello se quedó diáfano y apareció el peine.
La cocina de cocinar, aquello no se fregaba. Dice de broma que cuando ya era imposible, se compraba otra. Nosotras con las manos en la cabeza. Una cocina preciosa, era de gas, pero tenía un frontal incorporado a la cocina muy bonito. Y dice que cuando se ponga demasiado sucia, que no se pueda mirar, hala, se pone otra.
Magdalena: Y la nevera, había tres partes, cada una tenía su parte y no se podía tocar lo de la otra. Ahí había una cosa con pelos, ahí se quedaba. Una tarta, desde que llegamos, digo, tira esta tarta, que ya está mala. Uy, es de fulana, no se podía tocar.
En casa de Alison, dormíamos en un sofa-cama viejísimo. Una esquina se apoyaba en una batería de coche. Los ingleses beben mucho té, y no estábamos acostumbradas a eso, así no podíamos estar quietas y dormir. Brincabamos. Al movernos tanto, se cayó el sofa-cama, nosotras en el suelo. Así, a partir de aquella noche, fuimos a dormir en casa de la profe de Alison, y su familia, que vivía muy cerca. Así dormimos dos noches en el piso de Alison, y luego fuimos a casa de Jackie, su profesora. Era una casa en condiciones, bien organizada, una casa adosada con habitaciones grandes, de varios pisos, y un ático precioso.

En la cocina de Jackie y Will
Jackie tenía un puesto fijo en la universidad, y su pareja, Will solo trabajaba unas horas la semana como profe. Ella era muy organizada, él más tranquilo, acotado. Él aceptaba hacer las tareas de la casa, cocinar, limpiar, hasta cambiar los pañales de la hija de ambos. Will cocinaba muy bien. Un día nos hizo un besugo al horno que me encantó.
También tuvimos la suerte de que cerca de su casa había una tienda italiana y los italianos si se dan un aire a nuestras cosas. Entonces ahí compramos patatas, huevos, que hicimos una tortilla de patatas y una ensaladilla rusa.
Amada: Allí, las mujeres explotaban a los hombres, que bien lo sabían hacer, los hombres barrían, fregaban, hacían todo. Y ellas, a lo mejor, cuidaban el muchacho. Digo, vamos, aquí explotan a los hombres de maravilla. Ellos, hasta cambiaban a los niños. Cambiaban el pañal si se hacían caca. Se levantaba el hombre a hacer esas cosas y ella se quedaba hablando con nosotras.
Estábamos un día con todos. Llega el hijo de Will, de su primer matrimonio. Tenía unos dieciocho, diecinueve años. Estaba con su amiga, y se retiran a su habitación. Ella nos parecía muy joven para pasar la noche con un chico. De ahí vino la conversación de que nosotras éramos vírgenes. No se lo creían. Digo, ”mira, vamos al hospital ahora mismo y lo demostramos”.
Otra cosa, esto fue en Bristol, con los profesores tuyos. Dicen que vamos a ir a un pub. lo primero que digo, cuantos pubs hay aquí que pongan taberna, como la Cábila (3) o eso? No, aquí ninguno. Y nosotros vamos poniendo “pub Hamilton, pub lo otro”
Pero cuando vamos a Bristol a un pub por la noche y dicen que los niños no pueden entrar en el bar, pero los perros si. Entonces, nosotros nos vamos con ellos, se vienen con el perro y la niña se queda en casa, pero se queda uno de los cónyuges cuidando. Nos vamos al pub, pasa un tiempo, el que fuere, y se va el otro para que se venga la otra. Todo eso para nosotros fue novedoso.
El pub, esta parte es más cara y esa es más barata, porque no hay barra, es mucho más sencilla, hay sillas pelás y mondás (simples) por ejemplo, para que te hagas una idea y esta, como la que conocíamos nosotros, con su barra, sus asientos más cómodos y tal y cual, eso es para nosotros también nuevo.
Y vas una noche atería de frío por las calles y no hay un bar abierto, un pub abierto, porque no se abren a las cuatro y media, porque se abren a las seis y media y a las diez y media se van a cerrar. A las diez y veinte, tienen una campanita, tocan una campana y a nosotros nos llamo la atención que hay usuarios que se ponen tres o cuatro consumiciones a la vez y en esos veinte minutos se lo van a consumir.
Magdalena: Cuando toca la campana pide lo que sea que a la media ya no te van a servir más. y a la te tienes que ir.
Amada: Yo pido una tónica una noche y me traen una copa de tónica como si fuera si fura una copa de vino, chica, chica.
Magdalena: Otro día pediste un vino. Digo, muchacha, no pidas aquí un vino, que aquí es muy caro, un jerez, digo, eso va a ser caro, pide otra cosa. Yo pedía un wiski, allí era muy normal, pero una copa de eso valía mucho y entonces empezaste a pedir…….yo pedía un wiski con coca cola y me lo daban en condiciones.
Y cuando entramos en la discoteca, un negro te agarra del culo. ‘Sorry, sorry, sorry.’ Te tocó y ya está. Y allí, te acuerdas, una mujer, que se quería poner conmigo, te acuerdas, digo: esta que quiere, ‘pos no ves que tengo tetas’. Cuando voy al cuarto de baño, la vi y digo, yo me voy de aquí que esta mujer a lo mejor me mete mano. Anda, sería una lesbiana y la gustaría.


En el partido de rugby
Magdalena: Tambien, fuimos a ver un partido de rugbi, no lo había visto nunca y quería verlo. Lo he visto en las películas y quiero verlo en directo.
El padre de Jackie era comentarista de deportes y nos dieron las entradas. Aquel día comimos y cenamos a las siete de la tarde, todo lo hicimos a la misma hora. Me gustó mucho el partido, las gradas muy bien, me encantó. Y aquel día cenamos muy bien. Nos hizo una sopa de crema de tomate y un bonito asado, ¡un bonito!, que bien comí aquel día porque venía el padre de ella (Jackie) invitado, que luego no pudo venir porque tenía una entrevista, pero nosotros comimos y cenamos aquella noche muy bien cenados.

Amada, Magdalena y Diana
Amada: Desde Bristol, fuimos a ver la hermana del novio de Alison, Diana, que trabajaba como funcionaria en el Ministerio de Trabajo. Estaba casada con un musico que daba clases en los colegios, y tenían un hijo. Luego fuimos a su trabajo, porque había un compañero que aprendía a tocar la laud, y quiso conocerme porque yo entendía la música.


Amada con el laud
También fuimos a Bath, una ciudad muy elegante cerca de Bristol, donde había buenas tiendas, y baños romanos.
Otro día, estuvimos en el comedor de la universidad de Oxford. Me encantó, ver a todos con las capas. Y las bicicletas, que van así, con la toga puesta, como vemos en las películas. Son muy tradicionales, todavía hoy van así.
Amada: Esto fue en la ciudad de Oxford, cuando regresamos, bueno, siempre hay que devolver el billete, no puedes quedarte con él, hay que devolverlo al revisor para no tirarlo por la calle ni nada. Pero que tupa de oir nada más que este inglés y que tal y que cual y dice, que pasa, que pasa con estos españoles. Era español.


Magdalena, Amada and Alison in a train (Magdalena, Amada y Alison en el tren (Foto de Alison es de Amada)
Amada: Cuando fuimos a Londres, no pudimos entrar en la torre porque había aviso de bomba. Fuimos a Downing Street, donde vivía la Thatcher.
Magdalena: Y esta les decía a los guardias que le dejaran el gorro. Y nanay, decían, el gorro no. ‘Si me lo dejas vestimos a la Thatcher de lagarterana’. Entonces estaba la Thatcher como primer ministra.
”If you let me wear a helmet, we’ll dress Thatcher up in our traditional Lagarteran costume.” Thatcher was prime minister then.

No nos dejaron llevar el gorro.
Amada: Fue un viaje para no olvidar.

¡Estamos de jolidey!
Amada Lozano, Magdalena Iglesias y Alison Lever, Lagartera, Toledo, marzo 2025
Fotos: Alison Lever menos foto de Alison en el tren, que es de Amada
1) Una chica ‘moderna’ de Lagartera.
2) El estudio de mi compañero de piso se publicó en el año 1980. Se trataba de a comunicación en general (gestos y otras formas de comunicación de lenguaje corporal) en un especie de ave que se encuentra en Africa. Comunican entre si donde hay comida. Su éxito causa problemas para los humanos que prefieren que los aves no coman toda la cosecha.
Yo también vivía de una beca para estudiar la historia moderna, los cambios económicos, y el papel de la mujer en Lagartera. Ahora es mucho más difícil conseguir fondos para hacer una tesis doctoral.
3) La Cabila fue una taberna lagarterana. En Lagartera en aquel entonces, había ‘pubs’ que imitaban a los ‘pubs’ en las zonas turísticas, por ejemplo el ‘Pub Lord Hamilton’. No parecían mucho a los ‘pubs’ ingleses, por ejemplo, no se veía la luz del día. Lo normal en Lagartera eran los bares, donde podías tomar un café y desayunar. No estaban tan dedicados al alcohol como los pubs ingleses. Los domingos después de la misa, iban las mujeres casadas y los niños a los bares para socializar.