Lagartera es un pueblo de Toledo conocido por sus bordados, su traje tradicional y su fiesta del Corpus. La tradición artesanal del pueblo es muy antigua, y se dice que los lagarteranos bordaban para Isabel la Católica. El pueblo también tiene una larga historia de comercio. El Catastro del Marqués de la Ensenada, del siglo XVIII, menciona a los arrieros de Lagartera, que viajaban con sus mulas vendiendo. Se cree que vendían tejidos de los telares del pueblo, pero no se sabe seguro. Si eran buenos comerciantes, vendían lo que querían comprar sus clientes, y es posible que vendiesen bordados.

No sabemos mucho de lo que hacían las mujeres lagarteranas en el siglo XVIII, porque su actividad económica generalmente no se consideraba lo suficientemente importante como para documentarla en las encuestas oficiales, sobre todo si ganaban dinero trabajando en sus propias casas. Lo mismo ocurría con las encuestas oficiales de los siglos XIX y XX. Incluso en la década de los 70, las bordadoras se describían como “sus labores” en el Padrón, o lista de los habitantes del pueblo y sus ocupaciones.

A principios del siglo XX, artistas como Joaquín Sorolla y fotógrafos como Ortiz Echagüe visitaron Lagartera. Sorolla llegó a Lagartera por primera vez en 1912, y pintó varios retratos de lagarteranos que posaban con el traje del pueblo. Representaba la España tradicional, y destaca dentro de España por su exotismo, sobre todo las versiones del traje utilizadas en ocasiones especiales. Venían fotógrafos del extranjero para fotografiar el traje. Aquí se ve un retrato autocromo de un fotógrafo francés, Jules Gervais-Courtellemont (1863-1931), publicado por primera vez en 1914, (según Christie’s). Fue un pionero de la fotografía en color, y más tarde se hizo famoso por sus autocromos en color sobre la Primera Guerra Mundial.

El libro de Ortiz Echagüe España: Tipos y Trajes se publicó en 1929. Fue un ensayo fotográfico de los trajes tradicionales, e incluía varias páginas dedicadas a Lagartera. En realidad, hay varios tipos de trajes, por ejemplo, para las bodas y para la vida cotidiana. Artistas y fotógrafos de éxito ofrecieron a los lagarteranos contactos con gente adinerada de las grandes ciudades, y en los años 20, las mujeres lagarteranas salían a vender bordados en Madrid, vestidas con el traje tradicional.

El traje era maravilloso para comercializar los bordados de Lagartera. Hablaba de autenticidad, de lujo y de un alto nivel de destreza. Las habilidades utilizadas en los bordados del traje podían aplicarse a cualquier artículo textil, a lo que los clientes quisieran, por lo que la creciente fama del traje y el desarrollo de la artesanía en el pueblo se alimentaban mutuamente.

Las pioneras de la industria fueron inicialmente las mujeres de familias con poca tierra. Llevaban sus mercancías a las ciudades, a veces acompañadas por sus maridos, u otra lagarterana. A menudo no sabían leer los nombres de las calles, y utilizaban puntos de referencia como las iglesias para orientarse. La primera vez que llegué a Lagartera para quedarme un tiempo fue en 1978, y tuve la suerte de poder hablar con algunas de las empresarias pioneras, como tía Mónica (a la derecha), que aparece aquí bordando en un patio con su vecina, tía Segunda.

En la posguerra, me contaron las señoras mayores, inicialmente iban a Madrid para vender comestibles, y, una vez pasados los años más difíciles, el negocio de los bordados creció. Fue la salvación para muchas familias con poca tierra, y al principio del ‘éxodo rural’, Lagartera no sufrió tanta emigración como otros pueblos de la comarca.

Se hizo evidente que la venta de bordados podía ser una actividad comercial viable, y más hombres empezaron a unirse a las mujeres como empresarios. Con la apertura de España al turismo, se abrió un nuevo mercado en los balnearios. Muchos hombres viajaban a la costa para vender bordados, dejando a sus familias en Lagartera. Las esposas se hacían cargo del cuidado del ganado. Aquí está Pilar, sacando agua para los cerdos cuando su marido está fuera vendiendo en la costa.

En los años setenta, los grandes almacenes también daban salida a los bordados, aunque los artículos que vendían tenían que ser baratos, por lo que solían tener pocos adornos, y a veces tenían dobladillos mecanizados, en lugar de cosidos a mano, en contraste con el trabajo más elaborado de los artículos para el mercado de lujo.

Los últimos años de la década de los 70 y los 80 fueron tiempos de mucho desempleo en España, como en la mayor parte de Europa. A muchas familias les resultaba difícil comprar productos de primera necesidad, por no hablar de pequeños lujos, como un mantel bordado, y este descenso de sus ingresos afectó a la demanda de los productos más baratos. El segmento de lujo del mercado resistió mejor. Aun así, en 1980, casi todas las mujeres de Lagartera bordaban para los empresarios del pueblo o eran ellas mismas empresarias, y Lagartera había desarrollado un pequeño “Imperio de la Aguja”, con trabajadoras en sus propias casas en los pueblos cercanos que bordaban para los empresarios lagarteranos. El sueldo era bajo. Incluso para una mujer sin familiares a cargo era difícil vivir sólo con lo que ganaba bordando, pero en aquella época no había muchas otras oportunidades de empleo para las mujeres. Había ventajas, como poder charlar con los vecinos o escuchar la radio mientras se trabajaba, pero, aun así, la mayoría de las bordadoras habrían preferido tener unos ingresos dignos.

A medida que la situación laboral mejoraba, las mujeres más jóvenes se mostraban reacias a aprender las habilidades necesarias para bordar, y los padres esperaban un futuro mejor para sus hijas. Como bien saben los artesanos, la mayoría de la gente no está dispuesta a pagar lo suficiente como para reflejar la cantidad de trabajo que conlleva una artesanía de alta calidad, y mucho menos las habilidades de la artesana o el artesano. Mucha gente simplemente no puede permitírselo, a menos que compre artículos pequeños.

Los empresarios sí valoran el trabajo. Como comentó un hombre en 1980, mostrándome una colcha de cama que había sido envuelta en papel de seda y guardada en un baúl: “Da miedo la cantidad de trabajo que ha supuesto esto”. Las colchas son particularmente lujosas, casi toda la superficie disponible estaba cubierta de intrincados bordados. Aquí está Antonia trabajando en una colcha, hacia 1980.

Los lagarteranos valoran la artesanía de otros lugares, especialmente la cerámica. Las casas tradicionales tienen grandes vestíbulos, o portales, con paredes cubiertas de cerámica, mucha de ella de Puente del Arzobispo y Talavera. Incluso las casas modernas de hoy en día suelen tener una muestra de cerámica en el vestíbulo. En Lagartera, al igual que en Puente, se valoran las habilidades “artísticas”, como la capacidad de combinar los colores de forma que sean agradables. La cerámica de Puente tiene decoraciones dibujadas a mano, y se necesitan años para aprender a hacerlo bien.

En 1980, había una señora, tía Julia, que se especializaba en dibujar diseños en tela. Tuvo la amabilidad de dibujarme algunos en papel. Aquí están algunos de sus dibujos.

La mayoría de los bordados que se venden implican un trabajo de hilo dibujado, o al menos contado, lo que significa que se necesita una buena vista para contar los hilos. Sin embargo, el bordado de algunos artículos, como las fundas de cojines, sólo implica el bloqueo de un diseño dibujado en tela gruesa, y eso es posible para las mujeres mayores cuya visión es demasiado pobre para contar los hilos.

Lagartera ha sido un lugar propicio para el desarrollo de talentos artísticos, aunque los lagarteranos normalmente han tenido que emigrar para ganarse la vida con sus habilidades. Marcial Moreno Pascual (1911-1983) fue un pintor que emigró a Los Estados Unidos. El museo de Lagartera lleva su nombre, y tiene muchos de sus primeros retratos de gente del pueblo. Tomás Alía, diseñador de interiores, es otro famoso emigrante lagarterano. No ha olvidado sus raíces y vuelve a menudo al pueblo. Ha sido un incansable defensor de la preservación de la artesanía española, que es una parte importante del patrimonio cultural de España, y ha ayudado a publicitar las celebraciones del Corpus Christi de Lagartera.

El Corpus de Lagartera reúne el traje, los bordados y la fuerte tradición católica de Lagartera. Se celebra una procesión, y en el recorrido de la misma, las fachadas de las casas se adornan con bordados y otros tejidos. En las puertas de las casas se instalan altares decorados con bordados antiguos. En el centro de los altares se colocan pequeñas estatuas del Niño Jesús, algunas de ellas muy antiguas. Todas están vestidas con una versión del traje lagarterano. Mujeres, hombres y niños vestidos con el traje tradicional se sitúan junto a los altares. El sacerdote encabeza la procesión y bendice cada altar. Las calles están alfombradas con hinojo, menta y otras plantas aromáticas. El pueblo puede parecer un poco austero y tranquilo en un día normal, pero el día del Corpus Christi cobra vida.

Esta foto es de Corpus en 1980. En primer plano, Juliana, tía Felipa y tía Leoncia, y al fondo, Petra Igual.

¿Qué futuro tienen los bordados de Lagartera? En la actualidad, la mayoría de las mujeres del pueblo que bordan lo hacen por afición, y ayudan a mantener viva la tradición. También hay clases para que las mujeres aprendan a bordar, y también, ayudan a preservar las habilidades. Sin embargo, saber hacer algo no es lo mismo que ser capaz de hacerlo lo suficientemente rápido como para ganarse la vida. Las niñas solían aprender a bordar desde los cinco años, haciendo trabajos sencillos, como el dobladillo. Cuando llegaban a la adolescencia, me decían que “la aguja encuentra su propio camino”. Yo aprendí a bordar en Lagartera con unos 28 años, y podía manejar la mayoría de las habilidades, excepto el “sembrar” (o bloquear un diseño en el hilo dibujado), de hacer un mantel para mi madre, pero me habría muerto de hambre si hubiera estado bordando para ganarme la vida. Como mis profesoras y compañeras a menudo señalaban riendo. La artesanía sólo se convertirá en una forma atractiva de ganarse la vida si hay suficiente gente dispuesta a pagar por el esfuerzo y las habilidades que implica.

Alison Lever, Lagartera, noviembre de 2021

Fotos de Alison Lever, excepto la primera, de Jules Gervais-Courtellemont

Si quieres saber más

Este artículo (en español) explica un poco más sobre la historia del traje:

El traje de lagarterana: un lujo artesanal y un enigma histórico | EL PAÍS Semanal | EL PAÍS (elpais.com)

Este artículo está en inglés, aunque tiene poco texto, y merece la pena mirarlo aunque no entiendas el inglés, sólo por las fotos:

Corpus Christi devotees in Spain – in pictures | Art and design | The Guardian

Este artículo explica más de la llegada de Sorolla a Lagartera: