Las plantas autóctonas se han originado en un territorio o han llegado hasta él sin intervención humana procedentes del área donde se han originado. Ejemplo de especie autóctona es la Quercus ilex L. o encina. Y en concreto, la encina de la meseta sur es Quercus ilex subespecie rotundifolia L. que forma los encinares en Lagartera. Ahora destaca por sus frutos.
La encina es un árbol muy rústico: aguanta el calor y la sequía extremos. Sus frutos, las bellotas, se aprovechan para alimentar al ganado.
Su leña se utiliza para hacer el mejor carbón vegetal. En Lagartera las encinas están asociadas a tomillos, cantuesos y retamas.
El encinar es el mejor refugio para la fauna silvestre mediterránea, y también ofrece sombra para el ganado.
Las plantas autóctonas son interesantes porque apenas necesitan cuidados, sólo respeto y a veces protección. Por eso plantar especies autóctonas cuando se puede, es la forma más segura de luchar contra el calentamiento global. Las encinas se pueden plantar en hoyos de 40x40x40cm con semilla (sembrando las bellotas más grandes), o con plantas en alveolo forestal adquiridas en viveros.
Las especies nativas crean ecosistemas muchos más complejos que aquellos que se pueden apreciar a simple vista, tienen insectos y fauna asociados, que además de controlar su crecimiento para que no se conviertan en maleza, sirven de polinizadores para su reproducción.
¿Qué es la maleza? Para algunas personas consiste en las plantas que no queremos en el jardín, o en un lugar sembrado, pero en el campo, conviene retener algunos refugios de zarzas para la fauna. También se valoran muchas plantas silvestres como el tomillo y la lavanda. El gran problema, es cuando hay mucha espesura de vegetación muerta, seca y combustible en los meses cuando los incendios son comunes, sobre todo en agosto y septiembre. Entonces, los cardos y la hierba espartera (Macrochloa tenacissima L. o Stipa tenacissima L.) y la retama muerta pueden arder con mucha facilidad, transmitiendo las llamas de un árbol a otro.
La fauna que come los cardos incluye los conejos, pero comen donde les apetece, o sea, las plantas más tiernas. Por lo tanto conviene que sean ayudados por un pastoreo en el momento adecuado, o sea, los primeros estadios de las plantas más agresivas como cardos y esparteras en otoño e invierno. Las ovejas comen los cardos y la hierba espartera. Los caballos pisan las esparteras, que tienen poca raíz, y como pesan más que las ovejas, así las controlan mejor.
Las ovejas tienen ventajas y desventajas cuando quieres hacer limpieza en un terreno. Dejan vivir al tomillo y la lavanda, que un desbroce puede matar, pero les encanta comer encinas tiernas e incluso la corteza de los arboles jóvenes. También, si entran en un olivar, pueden dañar a los olivos jóvenes. Es útil que las ovejas coman los mamones de los olivos y las encinas pequeñas que compiten con otros árboles, pero no queremos que coman todos los árboles. Así conviene proteger a los árboles jóvenes cuando entran las ovejas, y no dejarlas pastar tanto tiempo que dejan todo calvo, y empiezan a atacar a los árboles en serio. También es mejor dejarlas pastar en el otoño y el invierno, y a finales de la primavera, para dejar un hueco para las plantas silvestres más queridas.
Merece la pena acotar las zonas de vegetación a eliminar (cardos, por ejemplo) para aplicar un pastoreo intensivo. Pero si un terreno tiene muchos árboles jóvenes, o es difícil meter agua para el ganado, o hay mucha hierba espartera seca, entonces el desbroce puede ser la mejor solución. Ni los caballos ni las ovejas ni los conejos quieren comer los tallos secos de las esparteras, así, es mejor recurrir al desbroce selectivo para eliminar este peligro de incendio. Tradicionalmente el segar con la guadaña o el desbroce con una maquina se hace en mayo, cuando la mayoría de las plantas silvestres están terminando de florecer y la hierba se está secando. Es un buen mes para que esté casi todo recortado y se eviten incendios, y también para conservar a las especies de plantas que queremos.
Hay otras posibilidades, por ejemplo, arar con mulas o un tractor. Arar tiene la ventaja de abrir la tierra para que entre la lluvia, y elimina a los cardos y la hierba espartera, pero también elimina a las plantas silvestres deseadas, y además, puede contribuir a la erosión. Arar ayuda a que la tierra acumule agua con el fin de cultivar. No tiene sentido arar si no se cultiva, salvo que se quieran eliminar las hierbas más duras, como los cardos o las esparteras, o se quiera hacer barbecho para que la tierra descanse y recupere nutrientes. Los olivos agradecen la labor de arado. Cuando hay pendiente se recomienda arar siguiendo las curvas de nivel para evitar la erosión de la tierra. Cuando hay mucha pendiente, se recomienda no arar.
Las herbicidas matan a todo, y pueden envenenar a la fauna. Es mejor no usarlos salvo que sean para controlar hierbas muy resistentes como la grama (Cynodon dactylon). Si se aplican en terrenos con pendiente, al matar la vegetación, hay más riesgo de erosión. Matan la vegetación, eliminando también las flores en las que liban las abejas. Todos los herbicidas, en mayor o menor medida, son residuales, incluso los que pasan por no serlo, que lo son menos.
Hay plantas que no presentan peligros de incendio, aunque no las comen ni las ovejas ni los conejos, como el Torvisco (Daphne gnidium L.).
El Torvisco es una planta curiosa. Toda la planta es venenosa, y lo saben de alguna forma las ovejas. Como también pasa con el Digitalis, otra planta que no comen las ovejas, el Torvisco tiene propiedades medicinales. Antiguamente se empleaba el Torvisco en Lagartera para quitar las pulgas de los establos donde se guardaba el ganado. Cogían las ramas y pegaban al suelo con ellas. También se ataba el Torvisco a las colas de los corderos para controlar la diarrea.
Se ha descubierto que la savia del Torvisco tiene propiedades antibacteriales, y es efectivo contra el Escherichia coli. Hay que manejar esta planta con cuidado, porque es irritante, y pueden surgir ampollas en la piel.
Hay plantas silvestres que nos dan alegría por su belleza, como la Merendera (antes Merendera montana L. , hoy Colchicum montanum), una planta cormosa que aparece en los terrenos arenosos de la parte sur de Lagartera, por encima del Calvario. En septiembre y octubre está en flor (fotos de Lola Garrido).
Después de la flor aparecen las hojas, que permanecen verdes hasta mayo, cuando la planta entra en reposo y las hojas desaparecen. Los cormos de Merendera montana no se venden porque tienen una floración muy corta, hecho que ha impedido su producción para jardinería, así es mejor comprar cormos de otras especies de colchicum cultivadas, para plantar en macetas o jardines. (Un cormo es parecido a un bulbo, pero no se ve anillos porque los cormos son la base del tallo, mientras los bulbos son hojas modificadas para guardar nutrientes.)
Aprender algo de las cualidades de las plantas autóctonas que vemos en el campo nos ayuda a lograr un equilibrio donde florecen las plantas deseadas, y controlamos a las menos deseadas, y así conservamos nuestro patrimonio botánico.
José García Moreno, octubre 2021
F. Cottigli, G. Loy, D. Garau, C. Floris, M. Caus, R. Pompei, L. Bonsignore, Antimicrobial evaluation of coumarins and flavonoids from the stems of Daphne gnidium L., Phytomedicine, Volume 8, Issue 4, 2001, Pages 302-305, ISSN 0944-7113,
https://doi.org/10.1078/0944-7113-00036.
https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0944711304700446